Celestial era nuestro gran amor
aunque lo empañaban las circunstancias,
mi madre interponía distancias
y a mi corazón causaba dolor.
Era tan maravilloso lo que por tí sentía,
que en un momento de pasión,
me entregué a tí llena de ilusión,
más las consecuencias no presentía.
Al poco tiempo mi vientre florecía
y sin poderte dar la noticia,
mi madre con su malicia,
alejándome de tí, maldecía.
Lejos de la ciudad me envió
para que no pudiera verte,
ni comunicarte la suerte
que en el pecho me oprimió.
Fueron ocho meses de tortura,
de encierro sin poder verte,
de renegar por no tenerte,
aunque mi hijo era una ventura.
En aquel mismo momento
de dar a luz a mi hijo,
por orden de mi madre, el galeno dijo:
que era niña nacida sin aliento.
Lloré amargamente mi desgracia
y sin mi hija quedé abatida,
me sentía en esta vida perdida
sin imaginar que todo era falacia.
Lentamente transcurrió el tiempo,
sin poder saber nada de tí,
hasta que en mi corazón reviví
el amor en mágico momento.
De un gran hombre enamorada
que comprendió todo mi pasado,
sin pensarlo un hogar había formado
aunque mi dolor siempre callaba.
Los frutos de nuestro hogar
muchas alegrías me dieron,
porque en ellos mis ojos vieron
mi hija arrebatada en otro lugar.
Al licor yo me entregaba
tratando de olvidar mi penar,
pues no me atrevía a contar
que éste, mi dolor ahogaba.
Pero sucedió de repente,
en una tarde soleada
recibí una llamada
que confundió mi mente.
Alguién pregunto sin opción,
si quería conocer
al hijo que dió mi ser
en el pasado en adopción.
Con mi mente aturdida
opté a mi madre preguntar,
confirmando en mi pensar
la verdad de su mentira.
Que no había sido una niña
sino un hermoso varón
que ella había dado en adopción
para cuidar mi reputación.
Con la magia del Internet,
pude al fin conocer
a ese hijo que dió mi ser
y me arrebataron sin querer.
Dijo que vendría muy pronto
para su historia conocer,
no sabiendo que mi ser
se consumiría muy pronto.
Viviendo en un país alejado
preparó feliz su viaje
para enfrentar con coraje
la historia de su pasado.
Cuando llegó a saludarme
yo en coma había caído
y sus palabras en mi oído
me alentaban a pararme.
Mi cuerpo no respondía,
pero anhelaba abrazarle
y en un solo instante darle
el amor que en mí pendía.
Susurró que me perdonaba
y yo tratando de mirarle
ansiaba poder besarle,
pero ya Dios me esperaba.
Expiré sin dolor ni pena
sabiendo a mi hijo vivo
y mi corazón paró su latido
liberando al fin mi condena.
YALI
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