Se reflejaba el dolor en su frente,
anegábanse sus ojos todavía,
aquellos ojos, donde también un día
brilló radiante el amor inclemente.
Huyen los temores de mi mente
cuando recorre con su mano fría
mi piel ardiente y en ella sentía
su dolor tornarse blandamente.
Ahora es la luz de mi penumbra eterna
que me ilumina toda y se expande,
cual rayo de sol abrasando el día.
Y se vuelve mi candidez más tierna,
amándolo con ese amor tan grande
que le hizo olvidar el dolor de su vía.
YALI
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