¡Había llegado la hora de la verdad!.
El verdugo con firme expresión
y decidido desprecio de mi sufrimiento,
con cara de ángel aprovechó el momento
e inmisericorde dictó mi sanción.
¡Perdí mi sentido en agonía de muerte!
selló mi destino con mortal locución,
pronunció mi nombre con indignación
y llevó mi vida a la peor suerte.
En ese instante de dolor delirante
de mis labios que parecían un capullo,
mi voz fundida con suave murmullo
pedía perdón con ansia clamante.
Y como nota musical subrepticiamente,
imaginé el descanso que hallaría en la tumba,
en la fría, lóbrega y sombría catacumba,
que la idea de vida desvanecía en mi mente.
YALI
Derechos de autor: 10-228-213
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