La concurrencia yacía en silencio,
el telón aterciopelado se abrió,
su delgada figura con reverencia
frente al negro piano se sentó.
Su aspecto macilento y enfermizo
al público auguraba triste final,
más sus enjutos dedos danzando
sobre el teclado, a todos hizo vibrar.
Acordes en vuelo los oídos tocaban,
dejando en la mente del auditorio
un deje de caricias en clave.
Qué hermosas melodías interpretaba,
esparciendo por todo el escenario
notas dulces, de sonoridad suave.
YALI
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