En las afueras del pueblo
los soldados entrenan
sin un refugio donde estar,
con un leve camuflaje
que de su faz,
oculta la inermidad.
Preparados los fusiles
el amanecer esperan
en oscuridad,
los habitantes y la aurora
se levantan por igual,
el latir de los perros
casi delata su presencia...
pero luego de calmados
nadie aprecia su existencia.
De una casa cercana
surgen inesperadamente,
con túnicas en su vestir,
en su mano un café
y en alegre carcajada,
varios entes, sin saber
que son el blanco
de los enemigos viles
y de sus ojos atentos
que no pierden su rastro
tras el visor de los fusiles.
Se escucha...5, 4, 3, 2, 1, ¡Fuego!
y sin tiempo de pensar
cada uno su arma acciona.
Los blancos inertes
al suelo van a dar,
las tazas hechas trizas,
el café derramado
y un río de sangre
tiñendo el ocre suelo
con su mirar arrebatado.
El estallido de los fusiles
hirió el viento, ensordeció
con su rugir y arremetió
contra el enemigo indefenso.
A veces... se siente
como si un sueño fuese
y solo es mirar tras la ventana
para confirmar la cruel verdad
¡Que los fusiles no paran
e incesantes...
atacan sin piedad!
YALI
Derechos de autor: 10-348-107
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